lunes, 4 de junio de 2007



Ño Cuevitas


Era un gran personaje en la zona de Paredones, el administrador del fundo de la familia Ylliguren, donde llevaba dos años ejerciendo este mismo oficio a entera satisfacción.

Salía de su casa de madrugada, casi de noche, a recorrer en su caballo todo el fundo para llegar a la casona a dar las órdenes diarias a los trabajadores que lo esperaban. Nunca se bajaba de su cabalgadura, desde ese lugar daba las órdenes a gritos. Decía: “¡a sacar la leche!, ¡alimentos para los animales!, ¡a hacer queso!” y tantas otras. Eran múltiples.

El día más complicado, donde había tanto trabajo, era el día de la trilla. Ahí tenía que llamar a todos los peones con sus señoras. Todo era por grupo, algunos debían poner el trigo en la era, otros llevar las yeguas en pares, aventar el trigo. Era la fiesta de todo el año esperada por todos. Las mujeres haciendo la famosa cazuela de pava, con sus ensaladas en callanas; la infaltable para el calor: la chicha, la cual se cosechaba en el mismo lugar. El asado al palo, siempre de alguna ternera. Los peones siempre andaban en secreto por la administración. Decían: “Ño Cuevitas no se cansa nunca, siempre montado y nunca se ríe”. Otro, “no tendrá dientes”. Ellos juraban que así se llamaba; otros analfabetos decían: “desde que nací lo conozco igual, nunca ha cambiado”.

Al otro día, después de la gran fiesta del fundo, el capataz se fue de madrugada al pueblo a conversar con su amigo el escribano. Este señor era único, hacía todos los papeles administrativos del gobierno. Ño Cuevitas le contó su gran pena: Todos los peones se reían de él, lo llamaban Ño Cuevitas y por eso sentía esa amargura tan grande de toda la vida. El amigo se paró y buscó un gran libro en donde se encontraban, a grandes rasgos, la vida de todo el pueblo. Así encontró el origen de su nombre. El escribano le dijo: “Ponga atención a la lectura. Usted viene de la descendencia del Duque de Cuevas. Va a perder su dinastía”.

Contesta el amigo: “Yo no necesito eso, quiero ser feliz, me gustaría llamarme De la Peña”.

“Está bien”. El escribano le dio en el gusto y el ex Ño Cuevitas se fue feliz. Desde ese día les comunicaba a los peones riendo: “Deben decirme Señor de la Peña”.

Ño Cuevitas se sacó un peso de encima, desde ese momento fue otro, por todo se reía, transmitía felicidad. Los peones creían que era otra persona, era su espíritu, a algunos les causaba miedo, no se parecía en nada a Ño Cuevitas.


Mejillones


Andaban en viaje de placer una madre viuda con su única hija, se veían de clase aristócrata, sus trajes largos llenos de encajes de la época por el año 1890.

La señora era muy buena moza, todos los transeúntes se volvían a mirarla, estaban en Kingston de Jamaica, una de las islas del Caribe, donde van muchos turistas. En esos días estaban de visita nada menos que la Reina Victoria de Inglaterra. Se encontraban maravilladas, cuando ambas damas se saludaban desde sus respectivos coches a caballos, todo fue tan rápido como una película, comentaban que habían tenido mucha suerte de haber ido en ese tiempo, por haberse visto con tan noble personaje, así para ellas, el tiempo pasó volando y tenían que volver a su destino, Valparaíso. La travesía demoraba mucho porque sólo contaban con un buque a vapor. Después de varios días llegan al puerto. Lo primero que hacen es hospedarse en el mejor hotel. A la hora de almorzar bajan al comedor, en ese mismo instante entra un mozuelo de unos 18 años, ambos jóvenes se miran y quedan prendados, amor a primera vista. Él, con mucha timidez y a su vez con osadía y coraje, se acerca a la mesa, solicita permiso para saludar a las distinguidas damas. “Mi nombre es Antonio, aquí estoy sólo de paso, vengo a hacer unas compras para la pulpería, me queda tan poco tiempo, en menos de una hora sale el barco, tengo que volver a Mejillones. ¿Es posible darme su dirección? Contesta la hija de inmediato: “es la misma donde pernoctan”. Él da las gracias y se va.

La mamá comenta: “Ese mozalbete se ve desenvuelto, debe ser un simple empleado, clase plebeya, no debes fijarte, tu condición social, económica, amistades, todo es completamente diferente, además se ve mucho menor, por lo tanto olvida este episodio”.

Empezaron a llegar cartas bien seguidas, ella contestaba de inmediato, todas tenían el mismo tenor, sólo de amor eterno. Transcurrieron seis meses, él le comunica que va de viaje sólo para pedir su mano. La madre se opone tenazmente al futuro matrimonio: “Ya está conversado, no te conviene, de ninguna manera.” La muchacha replica: “Mamacita, es primera vez que me enamoro, es tan respetuoso”. Ella contesta muy enojada: “Eso no basta. Si insistes tendré que tomar medidas drásticas, como desheredarte, cambiar tu identidad. Te quedarás sólo con tu ropa, me radicaré en Paris, no volveremos a vernos jamás. Llamaré al abogado para que haga los trámites pertinente.”

Llega el joven. Mary le cuenta la conversación que sostuvo con su madre. Antonio saluda a la señora, ella dice: “Tengo que hacerle algunas preguntas. En qué trabaja, estudios, dónde radica su familia.” Él la mira y contesta: “Tengo mi amor, juventud, toda una vida por delante y mucho entusiasmo.” “Mi hija es de otra clase _ responde la madre _ no está preparada ni educada para esta vida. Entiendo que son dos almas completamente diferentes. Mañana será la respuesta definitiva.”

Al otro día los enamorados conversan qué va hacer la mamá. Él dice riéndose: “Mucho mejor, había pensado que iba a creer que soy un cazafortunas, me sacó un peso de encima. Empezaremos, mi amor, una nueva vida los dos solos en Mejillones.

Se casan y se van a vivir a Mejillones donde él trabaja para los gringos. Se despiden de la madre y se cumple todo lo que dijo, nunca más se verían, sólo llegó una carta donde cuenta que faltan algunos días para llegar a París.

El matrimonio se presenta a los jefes de la salitrera, ella habla un inglés perfecto, se ve tan distinguida que de inmediato la dejan a cargo de la pulpería. Felices, los dos tienen trabajo. Él es empleado de confianza y jefe de obra, en las tardes enseña a sus pares a tocar guitarra y algunos pasos de baile. Todos los sábados hay tertulias, lo más encachado es que las parejas se hacen por sorteo, la dama que tiene el mismo número es su compañera. De vez en cuando hay una trampita, todos se dan cuenta, pero nadie dice nada.

Pasan seis años de felicidad. De pronto los patrones empiezan a viajar a Santiago y Estados Unidos. Es la gran crisis que viene, no hay solución; sólo tienen que cerrar para siempre. Todos los empleados y obreros se ven obligados a irse a cualquier parte. Antonio y su señora se van a la capital a empezar otra vez una vida nueva, pero en esta ocasión llevan un buen patrimonio.

Una vez instalados él se dedica a estudiar dibujo técnico en las Escuelas de Bellas Artes. Le va muy bien en sus estudios. Una tarde llega y encuentras a su esposa tirada en el suelo, se desespera y atina a llamar a su vecina y amiga; ella dice: “Debe haber sido recién, yo estaba con ella.” De inmediato la llevan al Hospital, le diagnostican una trombosis, tiene que ser operada de urgencia para poder sacar el coágulo que tiene en el cerebro. El médico hace la intervención quirúrgica; tuvo éxito, quedó viva. A los dos meses la dan de alta. Ella no recuerda nada de su pasado. Él tiene que enseñarle a leer y a escribir, su amiga le ayuda en la cocina, otra vez una vida nueva, completamente diferente a las anteriores.

Pasaron los años, él pensaba siempre que a su compañera se la habían cambiado, no quedaba ninguna seña de la dama que conoció, la respetaba igual que al principio, lleno de pasión, ella sólo dependía de su marido. Su única distracción eran los sábados que iban a la Filarmónica a bailar. Uno de esos sábados era la fiesta de disfraces. Ella saca de su viejo baúl un vestido de dama antigua sin sospechar que era uno de ella misma, de su vida pasada. Fue la más admirada, su esposo estaba feliz y orgulloso de ella.

Antonio iba a cumplir sus sesenta años y falleció repentinamente. Ella lo sobrevivió hasta los ochenta, nunca recordó su pasado. Fue un matrimonio único como en los cuentos de hadas, sonde sólo se respira amor y felicidad.


Peripecias de Blanquita

Había una vez una niña llamada Blanquita. Casi siempre le pasaban cosas insólitas por saber más que sus compañeras de curso. Además era perspicaz e inteligente. Su padre comenzó a enseñarle los números como un juego antes de cumplir cinco años y aprovechó de inmediato de conocer el reloj. ¡Fue tal el entusiasmo!, le hizo uno de madera, una idea maravillosa. Después aprendió a leer, escribir, sumar y restar. Blanquita tenía muchos deseos de ir a ala escuela. Su padre la llevó, pero la rechazaban por su edad. Él pensó…, se armó de coraje y fue a otro recinto; dio el nombre y dijo que tenía siete años. Al momento le dieron la matrícula. Una empleada de la oficina dijo: “Es muy bajita para la edad”, pero él no se dio por aludido.

Cuando entró a primero, de inmediato la profesora le tuvo mucha deferencia, le pedía a Blanquita ir a ver la hora, a ella le fascinaba. Faltaban minutos para el mediodía, era la hora de tocar la campana de salida.

Un día llegó muy temprano a clases, vio que el pupitre de la maestra tenía mucho polvo. Como pudo se sacó el delantal, con él limpió, pero con tan mala suerte que se cayó de cabeza. La profesora alcanzó a asirla de una pierna, las chiquillas le gritaban, le habían visto el calzón blanco y se morían de la risa.

Estaba ya en cuarto y esta profesora no la podía ver. Llamaba a una niña, esta se quedaba callada, no sabía la materia. Blanquita sin que la interrogaran contestaba la pregunta, por ese motivo la maestra se enervaba. Esto sucedía casi todos los días; la castigaba, dejándola atrás del pizarrón. Como era pequeña, se sentaba en el suelo quedándose dormida y despertaba asustada.

Una vez tomó un pedazo de tiza y escribió: “Niñas flojas, por eso estoy aquí”.

En el mismo curso, una compañera a la salida del recreo le comía su colación, pero no sabía quién era. Una vez se le ocurrió esconderse detrás de la puerta. Sólo quedaba una; se dirigió a su banco, le abrió el bolsón y…, no se atrevió a decir nada; pensó: “Debe ser tan pobre, por eso lo hace.”

Cansada de tantas injusticias le contó a su mamá todas las peripecias que le habían ocurrido. No quería volver más a clases. Le pidió a su papá que la llevara a otra escuela. Cuando el fue a retirarla, la maestra le dio mil explicaciones, agregó que ella era muy hábil y estaba perdiendo el tiempo. La profesora reconoció que las alumnas estaban muy atrasadas. Él sólo escuchó, no argumentó nada.

Se la llevó a un colegio donde por primera vez se sentía cómoda, no sabía más ni menos que sus compañeras, era igual a todas.

Se sentía feliz.


¡A quién ama mi alma!


Mi alma ama a Dios

a toda la naturaleza

A todo, mis padres aunque se fueron al descanso eterno

A todo, mi prójimo por ser hijos de Dios

A todos, mis amigos, conocidos

A todo, mis hijos como sean ellos

A todo, a mi misma con mis virtudes y defectos

A todas las aves, me despiertan con su trinar

A todo, al almendro con sus blancas flores

A todo, la fruta de las diferentes estaciones

por excelencia duraznos los cuales devoro.

A todo, la sinfonía de las olas en una noche estrellada

A todo, una sonrisa que salga del alma

A todo, después de un buen descanso, al amanecer, al aire

que respiro

A todas las flores, de preferencia las violetas de Persia

en su gama de colores rojos

y sus diferentes formas

A todo, después de un dolor del alma, escuchar una frase

llena de amor y ternura.


Fantasías

Estimados pares en literatura, los invito a subir en mi globo imaginario, con el fin de dar una pequeña vuelta, para ver cómo se ve desde esta perspectiva.
A la vez iré narrando lo que acontece en estas alturas del cielo.
Mirando el paisaje, veo unas flores inmensas, suben y bajan al compás de la música. Hay otras más gigantes, de diferentes colores, deben estar bailando al son de los violines. Vienen grupos de mariposas, con sus bellos colores a posar ellas. El color que predomina es el naranja. Da la impresión que están danzando.
Mirando hacia el este, se divisan los caminos serpenteando los cerros y quebradas. La naturaleza ha brindado el color verde en diferentes gamas: turquesa, esmeralda, oliva. Es como si fuera de película.
Viene un rebaño de ovejas, todas juntitas; esto ocurre al revés de las cabras, todas separadas, saltando al compás de los violines. La orquesta completa ¡es una maravilla! Sorprendente. Lo que se escucha, se ve, alegra el alma y quiere más.
La música, el aire, me llevan en forma vertiginosa. Parece que es la selva amazónica o la africana. Todo está en penumbras, enmarañado. Ahora se divisan unos elefantes con sus hijos, bebiendo, como danzando en el agua. Un oso saliendo de su madriguera, después de su hibernado, se mueve en cámara lenta, tomado aire, llenando sus pulmones; mira a su alrededor como buscando algo o que le cuenten qué pasó durante su ausencia tan prolongada. Viene Bamby danzando por el aire, es tan monono, deseo abrazarlo. Ahora aparecen un par de avestruces; la forma de caminar es muy peculiar, elegante, pisan con la punta del pie, igual a los bailarines de ballet. En este momento deben estar danzando.
En el bosque se sienten ruidos de cascos, deben ser los platillos. No, es el Unicornio, va galopando a buscar a su pareja. Parece ir volando.
Ya es la hora de volver a la selva de cemento, a la rutina diaria. Hay una plaza con jóvenes besándose, jurando amor eterno.
Fue un viaje insólito, para recordarlo siempre.
Gracias pares por acompañarme.

Irene



Blacky


Me llamo Blacky por ser un perro negro, pelo largo ondulado, tamaño mediano, un pompón de cola envidiable, soy creído y bravo. Desde el mes y medio ya mordía a las señoras. Una dijo: “Ni sabe andar y ya está haciendo maldad”. Mi mamá me crió desde guagua en su pecho por el frío, y si no lo hacía así, el niño se va a resfriar, era feliz, estaba calentito.

Pasó el tiempo, a los cuatro meses a la nana se le cayeron unos huesos de pollo, me los comí, estaban ricos; en la tarde era cadáver, así vino el doctor y me inyectaron suero a la vena, no reaccioné, era víspera de San Francisco de Asís, el que llamaba a los animales “mis hermanos menores”. Me llevaron a una plaza donde un curita estaba dando la bendición. A mi me dieron una especial, la gente se amontonó, salí corriendo del coche. Los niños y las señoras gritaban “¡milagro, milagro!”. Hasta ahora me encuentro bien, en la tercera edad, todos los días tengo achaques, el hocico blanco y las cejas.

Las señoras dicen: “Pobrecito, se está poniendo viejo”. Me cuidan como si fuera un tesoro. Me enojo por cualquier cosa, soy muy gruñón porque no me dejan salir a echar una canita al aire ya que la mayoría de mis pares se van a los 16 o 18 años. A mí me queda muy poco, creo que el suspiro para estirar la pata.



La Portera Pigui


En casa, para este trabajo hay una portera de lujo con letras mayúsculas, es una Terrier, su nombre es Pigui. Me busca, me llama donde esté, ya sea por cartero, gasero, vecina o limosnero.

Según la doctora, la encuentra muy obesa, al verla da la impresión que recién se ha pintado sus ojos bien delineados color negro, que resaltan porque ella es blanca, muy sociable, corre todo el día, lo sabe todo, sólo le falta hablar. Mi familia cree que me estoy enfermando. En una ocasión lo corroboraron y quedaron mudos, desde ese día la saludan como si fuera una persona, le piden “¡anda a buscar a la mamá!”

Las mascotas a uno la entienden y el amo aprende por sus movimientos, ruidos, sabe lo que quiere, da gritos ensordecedores, de donde esté salgo corriendo, es el teléfono que llamaba tanto rato, se sienta en forma tan peculiar con sus manitos arriba, ¡dan deseos de abrazarla!, me desarma por completo, es un amor de perra. Con astucia sabe abrir la mampara, con facilidad única para atender al que llega, se la dejo sin pestillo. Con tanto ajetreo espero que baje unos cuantos gramos, porque de ida y de vuelta recorre unos 50 metros, como se dice, es una gorda simpática y ruego a Dios que la bendiga.


Niños jugando

Después de la lluvia, un frío penetrante.

Es muy agradable ver un rayo de sol,

ilumina el espacio, levanta el espíritu,

todo se ve de otro color.

Más el aroma penetrante, es todo diferente,

después de un instante.

Niños jugando contentos,

no saben qué van a hacer en el momento.

Uno más osado ve un charco de agua,

todos lo siguen.

Mete sus zapatos,

¡qué rico es mojarse!

Uno en uno se miran, hacen lo mismo.

Entre más alto el salto, más se salpican sus ropas.

Ya no importa, hay que aprovechar el instante,

es signo de alegría, ríen en coro sus voces cantarinas.

Se toman de las manos, hacen una ronda

alrededor del charco, se miran de repente,

sólo mueven sus hombros, ya no hay vuelta atrás.

Salen risas, sus rostros de manzanita de bronce.

Les sale por los poros sólo felicidad.



Oda al Viento


Andando por los campos sin rumbo,

solo con el viento,

de repente una lluvia penetrante.

Toda la naturaleza en contra,

el corazón congelado de frío, una gran pena.

Quedé en el mundo solo, sin tener un amigo, ni siquiera un perro

otra voz para parlar.

Yo no sé dónde fue a morir mi acento

tembló un instante y se perdió en el viento.

Aire, eres lo único que tengo para respirar,

eres transparente, nadie te ve, sólo te sientes,

eres mi vida, sin ti moriría.

Tú puedes penetrar en todas partes,

golpea esa ventana, esa puerta;

allá a ese, bótale el sombrero,

bota las hojas de ese árbol,

silva una canción alegre,

mejor bailemos,

así habrá un poco de consuelo,

para reírme de algo.

Mi soledad será más llevadera, liviana como el aire,

transparente, no se ve sólo se siente.

¿Será una pasajera? ¿Será una utopía?

Ojalá pase velozmente, igual al viento.


Viaje en globo


Subir al globo imaginario

es ver otro panorama,

más la compañía de seres queridos,

una utopía muy agradable.

Husmeando el paisaje cerca del cielo

nubes de diferentes formas y colores,

caminando, conversando un lenguaje

exclusivo, indescifrable.

Ver correr el agua cristalina de los ríos,

el mar, sus diferentes tonos azulosos,

jugando con gigantes olas.

Árboles frondosos, diferentes matices

van caminando al unísono con uno.

De la nada aparece una bella dama,

vestuario vaporoso, muselina rosada.

“Vengo a saludar,

demostrar que las letras danzan

al compás de la música.

Forma castillos en el aire, medievales y modernos.

Una alegría para el corazón y riqueza para el alma.

Obvio los sentidos, zapucean de gozo.

Todo es maravilloso.”

¡Sí, lo veo, el camino es lento,

paso a paso, así es seguro.

Se llegará a lontano, sin ningún apuro.




Dolor Alegría


Siempre nostálgica,

siempre pensativa

¿Quién podrá ver el alma de ella?

Se fueron los padres, hermana,

a otras galaxias

¡Deben estar bien!

Los hijos se fueron a otros países.

Va quedando sola, con sus recuerdos,

derrama lágrimas,

pero no se ven.

Deben ser lágrimas del alma.

¡No!, debe ser la sangre del alma

que reposa en su corazón,

derramándose sin que nadie la vea.

Debe llorar en silencio

con su alma destrozada.

Miedo a quedar sola,

más aún, los pícaros años

han pasado muy rápido,

mucho dolor al principio.

El tiempo pasa, los humanos somos

animales costumbristas,

el dolor va pasando lento,

hay menos tristeza.

Si está Dios en el corazón

viene una tenue sonrisa.

Dolor Alegría.

El tiempo es implacable, siempre

se conjuga, pasado, presente, futuro.

Van tomados de la mano.

Así será

siempre, por toda la vida.



Árbol nuevo


Con hambre y frío se da cuenta que está vivo. Tiene otra oportunidad en la vida, se toca, siente que le está pasando algo inaudito. Lo primero es lavarse, cambiar de ropa. En la penumbra ve una llave, un bulto, lo toca, es un overol. Sale del recinto a buscar un plato de comida. Como ve, la iglesia está cerca, le pueden brindar una ayuda, un mendrugo de pan, lo que sea para reponer su fuerza, sería mucho si le pasaran un rinconcito, conversar con el señor cura una vez que termine sus oraciones, contarle, él era un buen maestro carpintero; ofrecerle sus servicios, sopor dinero, sino por un techo, así terminar con este árbol viejo, “lo he arrastrado tal vez por más de un año, me parece que hoy he resucitado, DIOS quiere, vuelva a ser el mismo de antes, todo esto me pasó porque mi mujer se enfermó; los doctores la desahuciaron, ella estuvo postrada por mucho tiempo, fue un período interminable de dolor, hasta cuando partió al otro mundo. Mi gran pena, me hice amigo del alcohol, con resultados tan amargos, más que el natre, quiero con fe que en mí florezca un árbol nuevo, Dios me de la energía para ser un hombre útil a la sociedad.”

Pasó todo lo que él deseaba, el señor párroco le otorgó todo el pedido, le tuvo mucha confianza. Se levantaba con el alba a encender el fogón para que amasaran el pan, arregló todas las bancas de la capilla, en ello demoró varios días; hacer de nuevo el parrón, arreglar todo lo que estaba en desuso, ver el jardín para perfumar el espacio. En esta forma los feligreses lo fueron conociendo como el único maestro, lo llamaban de todas partes, los ricos del lugar lo venían a buscar en auto. Para salir siempre contaba con la venia del padre, primero hacía sus obligaciones que él mismo se impuso, después salía a hacer sus pololitos, eran diarios y muchos, la casa parroquial se veía como nueva.

Sin darse cuenta, el tiempo pasó de prisa, nunca menos de diez años. Un día se le ocurre ver el dinero, este se lo había ganado con el sudor de su frente, estaba en cajas, tarros, debajo del colchón. Mientras contaba, pasaban las horas, echaría unas cuarenta y ocho horas, ideaba colocar una hospedería, entregarle al menesteroso un plato caliente de sopa, cama para un descanso. Siente un golpe en la puerta: “Pase”, era el curita, “Vengo a saber por la ausencia”. Ahí le cuenta lo que pensó. “Amigo, es un plan excelente, lo felicito, no es una utopía, los recursos se ven que son bastantes y están a la vista, mañana sin falta hay que empezar esta obra.”

“¡Qué bueno!, mi conciencia descansará de la obligación contraída por tanto tiempo, al fin se cumplirá su ciclo. La deuda será saldada para siempre.


Alma triste

Érase una vez una madre con su hija. No había comunicación entre ellas, pasaban en continua discrepancia, lo único que había era un saludo de mañana “Hola” y en la noche “Llegué”. Así transcurrió el tiempo, sólo se hablaban para discutir cualquier cosa sin importancia. La hija recuerda su historia de vida, que su madre la dejó en su adolescencia mientras ella trabajaba con su tía. Eso fue para ella como un estigma. En cada ocasión la hija repite lo mismo. La madre siempre contesta: “Tenía que trabajar para traer el sustento, pero era en tu misma casa”.

Así transcurrieron veinte años. La hija vuelve a lo mismo, la increpa y dice: “Has sido una mala madre”. Ella la recibe como una puñalada en su alma, se enferma, contesta: “Nunca pensé que tú me gritarías tal barbaridad”.

El rey Salomón dice en uno de sus proverbios: “Por la boca de los justos brota sabiduría y por la boca de los inicuos salen cosas perversas que destruyen a su prójimo.”

Esto es lo que le pasaba a la madre, estaba completamente destruida mentalmente.

“El que atiende una crítica, una amonestación, va por el sendero de la vida”

“Las necedades son alegría del que es falto de buen sentido.” Esto es la hija.

“La enseñanza de la madre será un aguinaldo de gracia para su cabeza y collares para su cuello”.

Así ellas, en común acuerdo, fueron a un profesional del ramo y solucionaron el problema de tantos años.